
Hoy, 24 de junio, se cumplen años del fallecimiento del zorzal criollo, y desde el barrio de San Cristóbal queremos rescatar su paso por estas calles, su visita constante y su amistad con otros tangueros que vivían en el barrio.

Por Adrián Dubinsky.
Soy de un barrio en que, de alguna manera, las anécdotas importantes fueron cayendo en el olvido, los personajes relevantes han sido metabolizados en otros más intrascendentes, aunque cosmopolitas. Pero allí radica otro tópico constituyente de una de las matrices sancristobaleñas: el mestizaje a la enésima potencia, esta zona que en un origen y por siempre concitó una gran afluencia de italianos, también se colmó de sirios, libaneses, yabrudenses, españoles (gallegos y vascos), irlandeses, franceses y muchos más. Cuenta el Dr. Macagno, entre cientos de jugosos relatos, que, en su calle, cuando él era chico -nació en 1932- se hablaban 17 idiomas. Y entre cosmopolitismo y cercanía al centro, pero siendo periferia, en ese espacio cercano, pero cintura de arrabal de ese centro pituco y bravo, centrípeto de los sueños de los habitantes de los protosuburbios quinteros de fines del siglo XIX y principios del XX, se originaron y fundaron una serie de locales que iban desde cafés hasta “academias” (1), desde cines hasta circos, desde mercados hasta escuelas: a medida que el barrio se iba poblando, en gran parte de inmigrantes que llegaban soñando, San Cristóbal fue moldeando su identidad.
Entre las identidades de las cuales se impregna el barrio, una ineludible es la identidad tanguera. San Cristóbal fue un barrio de tango y ya mucho se ha escrito al respecto. Sabido es que lo poblaban reductos en los cuales el tango era la melodía permanente: la casa de María la vasca, en Europa 2721 (actualmente el nombre de la calle es Carlos Calvo y funciona allí la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines); el café de Rincón y Garay, por donde pasó Rafael Iriarte, autor de Trago Amargo; El de la Pichona, de Pavón entre Rincón y Pasco, frecuentado por La Moreira; el Protegido, de San Juan y Pasco, donde Samuel Castriota estrenó el tango Lita, que luego, con letra de Contursi, se convertiría en Mi noche triste. Son muchos los bares y cafés en los cuales se tocaba el tango, y los mismos ameritarían un artículo aparte, pero aprovecho que cité al tango que inaugura el tango canción, para referirme a quién lo hizo famoso: Carlos Gardel.
Hoy, 24 de junio, se cumplen años del fallecimiento del zorzal criollo, y desde el barrio de San Cristóbal queremos rescatar su paso por estas calles, su visita constante y su amistad con otros tangueros que vivían en el barrio, como es el caso de los hermanos Greco o Francisco Canaro, que eran vecinos en Sarandí 1356 (un conventillo) y 1358 respectivamente (2) (luego Canaro vivió en Constitución 2061).
Un 23 de septiembre de 1933, en el barrio San Cristóbal se entonaron los acordes más romantizados por cualquier porteñx que se precie de serlo; no obstante, son pocos los que saben que, hace casi 89 años, en el cine National Palace, de San Juan 2461, cantaba Gardel (3), pero casi nadie se acordará hoy (nosotros lo estamos haciendo), que, durante muchísimos años, todos los 24 de junio, en el mismo cine, bajo su techo corredizo, se pasaban en continuado tres pelis del Zorzal.
En estas calles, en estas cuadras, según cuenta Jorge Larroca -autor de San Cristóbal, el barrio olvidado- a través de una entrevista con Carmelo Rizutti (Larroca: 78), Gardel compraba sus sombreros. Lo hacía en la sombrerería Della Corte, ubicada en la esquina de Sarandí y San Juan. En toda la manzana delimitada por las calles San Juan, Sarandí, Comercio (Humberto I en la actualidad) y Pozos, se había establecido en lo que era un baldío el circo Raffeto. Luego se edificó en la manzana y la sombrerería funcionó entre 1920 y 1948. Luego del cierre de la casa de sombreros, en 1950, se estableció el café Miramar, considerado en la actualidad un bar notable de la ciudad. Esa misma esquina, en homenaje a esos amigos que se colaban en el circo por la parte de atrás, o que luego acompañaron a comprarse los funyis a Carlitos, fue denominada por la Legislatura porteña en 1998 como Esquina de Carlos Gardel, Francisco Canaro y Vicente Greco.

Pero no termina allí el recorrido del zorzal por nuestro barrio. Había una casa perteneciente a Miguel Fasolino, en Estados Unidos entre Rincón y Sarandí, en la cual se armaban peñas en las cuales tocaban eventualmente el dúo Gardel y Razzano. Por otro lado, según cuenta Canaro en sus memorias, Razzano (4) también vivía en el barrio, en la calle San Juan 2718. La misma dupla también solía tocar en el café El Estribo, que si bien no está técnicamente dentro de los límites actuales del barrio, se hallaba en Entre Ríos 763/767, frente al Mercado de San Cristóbal y casi llegando a la avenida Independencia.
Otro de los reductos que frecuentó Gardel, pero que en este caso tiene un carácter fundante, es el Teatro de Verano, que quedaba en Pasco entre San Juan y Cochabamba. Según Tomás Simari, allí nació la sociedad autoral con Le Pera, la cual fue de las más fructíferas hasta que ambos fallecen en Medellín (5).
Seguramente, debido a la cercanía de Gardel con el barrio (además de ser del Abasto, vivió en la calle Rincón 137), el morocho recorrió estas calles mucho más de lo que imaginamos. Es tarea de historiadores y memoriosos, sumar a este breve itinerario otros lugares por los cuales habrá andado Gardel. Por ahora, casi escuchando mediante una voz interior su registro de barítono, lo homenajeamos desde el corazón de un barrio que también escuchó sus canciones y forjó su identidad a partir de sus canciones.
Notas:
1 Nombre eufemístico de salones de baile que también fugían como lupanares y prostíbulos (Larroca, Jorge: San Cristóbal, el barrio olvidado. Freeland. Bs. As. 1968. Pág. 142).
2 Llanes, Ricardo M.: El barrio de San Cristóbal. Cuadernos de Bs. As. XXXIV. Municipalidad del a Ciudad de Bs. As. 1970. Pág. 106.
3 https://www.buenosaires.gob.ar/museocasacarlosgardel/efemerides-septiembre
4 Tallón, José S.: El tango en su etapa de música prohibida. Instituto Amigos del Libro Argentino. Bs. As. 1959. Pág. 74. Citado en Larroca: 155.
5 Simari, Tomás: ¡Mi historia la escribo yo! Edición de autor. Bs. As. 1956. Pág. 51.