Una vida en y por el barrio. Casariego Mallas es un negocio familiar de artículos para la playa y la práctica deportiva gestado en estas calles que con tres décadas de existencia celebra la apertura de su tercer local sobre la avenida Entre Ríos, al 1040, sumándose a los negocios al 216 y 825, aparte de la fábrica ubicada a pocas cuadras.
Silvia Casariego, una de las fundadoras de este emprendimiento, vivió toda su vida aquí, tuvo a su familia y destaca: “Es una buena comunidad, siempre fue así”.
Asimismo, forma parte de la Asociación Comerciantes Profesionales e Industriales de la Av. Entre Ríos. Asegura que es importante su rol, desde los proyectos como la reciente multi tienda online, un “ecomerce atendido por sus propios dueños las 24 horas”, hasta aunar fuerzas por temas cotidianos como la seguridad.
Un vínculo de toda la vida con el barrio
“Cuando era chiquita, mi papá se compraba las corbatas a la vuelta, los trajes por acá en la avenida”, evoca Silvia y también nombra el local donde hace veinte años compra zapatos o la panadería que todos los meses de marzo le prepara la torta de cumpleaños a su hijo.
“Esta avenida es particular, la gente del barrio compra en la avenida, es algo de toda la vida”, menciona Silvia, quien asimismo resalta que Entre Ríos debe parte de su tradición a que hay “comerciantes de muchos años”.
También pesa el vínculo humano: “Hay una relación entre clientes y vecinos, hay un interés por el cliente, por atender bien; es un lindo barrio, con linda gente”.
Un comienzo hogareño
El caso de Casariego Mallas no es la excepción. Para ello hay que rastrear en la familia de su esposo: “Su abuela, su mamá y su papá tenían la empresa Pimalú, conocida en su tiempo. Ellos estaban en Chile, entre Rincón y Pasco. Tenían ahí la fábrica”.
“Luego, cuando nosotros nos casamos nos separamos de ellos y nos pusimos nuestro propio negocio. Eso era 1992. Primero lo hicimos en casa, acá en el barrio. Teníamos la mesa de corte en el living. La costura la enviábamos a hacer afuera y luego volvía para revisar y embolsar. Empezamos con uno, dos, tres clientes. Fuimos juntando y creciendo de a poco. Las entregas las hacíamos nosotros”.
“En agosto del 1993 pusimos primera fábrica nuestra, alquilamos un local que antaño fue una panadería. Adelante teníamos nuestro primer local a la calle con atención al público. Atrás estaba la fábrica, el corte. Mi marido cortando y yo con el embolsado. Con el coche distribuyendo”, recuerda.
Recuperarse a la caída
En el 2000 probaron con abrir un local en Flores, pero el contexto económico del país les llevó a bajar las personas al poco tiempo: “Nos agarró la crisis, en esa temporada nadie vendía tela, había que vender lo que había, no había precio o nadie te vendía, no se podía fabricar”.
El trasfondo es una cuestión que los excede y marca la situación en algunos rubros: “Este es complicado en el país porque hay una sola fabrica grande que hace telas de malla. Tenés que caer ahí. Con los años aprendimos a lidiar, a tener stock en momentos clave, a negociar con el proveedor. Por ejemplo, este verano pudimos tener mercadería porque teníamos stock, otros no. Este verano hubo aumentos muy pronunciados por los cuales muchos no pudieron fabricar”.
Tras la experiencia en Flores, de vuelta en el barrio continuaron con su actividad hasta que hace ocho años hubo “un empujoncito” que los llevó a crecer en la avenida Entre Ríos.
Los dueños del inmueble donde tenían la fábrica tenían el deseo de venderlo, a un monto que Silvia y su familia no podía pagar. No se pusieron de acuerdo y debieron irse de allí. Al tiempo encontraron un nuevo lugar para emplazar la fábrica, en Chile y Entre Ríos; también con un negocio al frente.
Luego, como un dominó, surgió la chance de estar en Entre Ríos al 800. “Era todo un objetivo cumplido para mí”, recuerda.
Cada cuadra es un mundo
Silvia tenía una inquietud. Miraba que un negocio local tenía cuatro sucursales a lo largo de la avenida. Se le hacía algo a contramano. Con uno debería alcanzar para la clientela local, pensaba.
No obstante, no se quedó con la conjetura y le preguntó a su dueña, a la que conocía, al igual que a tantos otros comerciantes de la zona, novísimos y de trayectoria.
“Cada cuadra tiene su clientela”, contestó la dueña y esa frase quedó retumbando en la cabeza de Silvia. Ella venía del concepto “la gente del barrio compra en la avenida” y ahora debía pulirlo a “la gente del barrio compra en la cuadra de la avenida que le queda mejor”.
Por eso, poco antes del inicio de la pandemia y el aislamiento, no dijo que no a la chance de abrir un nuevo local de mallas al 200 de Entre Ríos. “Estuvo difícil, había que sostener todo. Por suerte hubo dueños muy comprensivos”, evoca.
Salieron adelante. Gracias al trabajo duro de esta empresa familiar y también a otras cuestiones como el apoyo sostenido de la asociación de comerciantes, la cual estuvo activa para fomentar herramientas como el comercio electrónico y además articuló con distintos bancos para que los negocios de Entre Ríos accedieran a préstamos acordes a su situación en medio de la excepcionalidad de los años del coronavirus.
La tercera es la vencida
Ahora, a fines de 2022, surgió la posibilidad de abrir su tercer negocio, en Entre Ríos al 1040. El local antiguamente fue un tradicional negocio de cortinas y artículos de baño. El matrimonio que lo llevaba adelante falleció hace un tiempo y su hija decidió no seguir con el proyecto.
Silvia la conocía así que habló con ella y llegaron a un acuerdo monetario por el local. Iniciaron las refacciones, que al día de hoy continúan, y la casa de mallas sumó su local más al sur de la avenida.
“Para mí ya haber abierto el local al 800 fue todo un logro. Esto es un montón y nos llena de alegría”, destaca Silvia.
La asociación siempre presente
“Nos ayudamos mucho entre comerciantes a través de la asociación, es importante”, enfatiza. “Puedo hablar con el de al lado, pero si no hay una cabeza que organiza no podés hacerlo, es imposible”, suma sobre la importancia de llevar adelante un proyecto común en la zona.
Por un lado, menciona que esta agrupación introdujo aspectos sociales como “las fiestas (de navidad, Día del Niño, etc.), los sorteos, encuentros temáticos, que son cosas que se fueron agregando” al paisaje y al calendario local.
También hay aspectos clave que repercuten en forma positiva a la hora de sentarse a hablar con entidades como bancos, en busca de acuerdos beneficiosos para los negocios. Algo que si lo hiciera cada uno de forma individual tendría otro resultado.
“Toda la parte asociativa cuesta un poco hacerla entender”, lamenta al respecto, ya que, pese a la gran cantidad de negocios dentro de la asociación, todavía hay muchos que muestran renuencia a sumarse: “Muchos dicen que para qué van a pertenecer si a ellos les va bien con lo que hacen, pero lo cierto es que hay cosas que si no estás organizado no podés hacer”.
Como se informó, el año pasado la asociación lanzó su multi tienda online, un “ecomerce atendido por sus propios dueños las 24 horas”. Con ella trascendieron el rango habitual de clientes barriales y llegaron a otros públicos, incluso en otras ciudades o provincias.
“La idea de esperar que el cliente ingrese al local sigue presente, pero no es lo único. Con las herramientas digitales vos encontrás nuevos clientes. Son pasos que hay que dar y herramientas que tenés que incorporar, por más que uno no sepa usarlas al principio”, menciona.
Por último, también destaca que la asociación recientemente abordó la cuestión de la seguridad. Los negocios locales sufren ataques de mecheros, pero también hubo casos de robos de celulares y pertenencias en la vía pública y situaciones donde gente se violentó con los comerciantes y rompió sus vidrieras.
Es una zona donde limitan los barrios de Balvanera, San Cristóbal, Constitución y Monserrat. Por lo tanto, hay varias comisarías involucradas. En la agrupación designaron un comerciante por cada dependencia policial, para tener un trato cotidiano y directo con su comisario.
“Viene funcionando, siempre nos dicen que hagamos la denuncia porque ellos trabajan en base a denuncias. Hubo un tiempo en que bajaron los delitos en la zona, pero ahora están volviendo situaciones peligrosas. Estamos atentos y confiamos en que este vínculo cercano con las autoridades contribuya a mejorar la seguridad”, concluye Silvia.