“Si bien es avenida, Entre Ríos tiene mucho espíritu de barrio”, aseguran María de los Ángeles y María del Carmen, al frente de la tienda de ropa La Unión, un emblema y tradición local con casi 120 año de vigencia, un espacio que vistió a varias generaciones, el lugar elegido por gente de la zona y alrededores. También integra la Asociación Comerciantes Profesionales e Industriales de la Av. Entre Ríos.
“Es una historia bastante importante”, señala María de los Ángeles y no se equivoca. Es un relato que entrelaza los propios acontecimientos del barrio, la vida de las familias y de los propios trabajadores e impulsores del local. Su fama es tal que cuenta con clientes en otros barrios linderos como Parque Patricios o San Telmo; está presente en el pasado y presente de los vecinos.
Frente a estos mostradores pasó más de un siglo entre charlas de camaradería vecinal, las modas y estaciones, los acontecimientos y las pequeñas cosas que marcan las vidas de las personas.
Todo arrancó en familia y sigue así hasta el presente. “La tienda arrancó en la esquina de Entre Ríos y Carlos Calvo (ochava sudeste). Era un negocio que ocupaba toda la esquina, de los más grandes de la zona”, evoca María de los Ángeles.
Los tíos de su tío fueron los que abrieron las puertas, los que sentaron las bases y adquirieron la experiencia del rubro, con los vericuetos y reglas no escritas de cada época.
“Todo el tiempo el local estuvo en manos de la familia. Ahí aparece mi tío, Ernesto Sáenz, a quien lo mandaron de España cuando tenía 14 años en los años cincuenta acá a Buenos Aires. Dormía en la tienda, en mostradores parecidos a estos, jugaba al fútbol en el sótano. Se fogueó en el negocio, toda su vida se desarrolló en torno al negocio de ropas”, evoca.
Pese a los vaivenes del país, épocas más oscuras o con destellos de esperanza de progreso, la tienda se consolidó desde lo financiero y también en el imaginario social de los vecinos.
Hubo familias enteras que se vistieron con lo que había en las vidrieras de La Unión. Lo lógico para ellos era que sus hijos hicieran lo mismo y vayan pasando la posta a medida que pasaba el tiempo, cambiaban las costumbres, pero siempre se mantenía la tradición de elegir al barrio.
En distintas épocas además la familia logró abrir otras tiendas similares en Once, la zona comercial de Balvanera, y Flores, otro polo textil. Por fuera de la Ciudad de Buenos Aires hicieron pie en Olivos, Vicente López.
Dentro de CABA también llegaron al barrio de Mataderos, otra barriada tradicional. “Ese negocio sigue abierto, a cargo del hermano de mi tío”, indica María de los Ángeles. “Es al estilo de los grandes negocios de antes”, señala.
“La de mi tío es la historia de un hombre que vino desde el otro lado del océano, trabajó y terminó siendo el dueño de su tienda”, asegura. En el medio, generó una tradición y arraigo en el barrio.
Las cosas cambiaron no hace mucho tiempo, cuando Ernesto cumplió los 82 años y decidió poner en alquiler el negocio de Entre Ríos y Carlos Calvo.
Era un fin de época familiar y también para la clientela fiel. “Durante el tiempo que se sabía que cerraba la tienda la gente venía a preguntar, estaba preocupada, le parecía que era algo que no podía pasar”, recuerda.
De hecho, pone un ejemplo que pinta de cuerpo entero el nivel de arraigo que cosechó La Unión: “Una mujer vino a comprar una bombacha para una futura nieta que ni siquiera había nacido, era para que fuera la cuarta generación familiar que se vestía en la tienda”.
Lo cierto es que la transición duró algunos meses, pero se vivió como algo más largo y sentido. A mediados de 2016, en agosto, el negocio de la esquina cerró. Semanas más tarde, en septiembre, abrió de vuelta en un inmueble ubicado enfrente, al 1017 de Entre Ríos.
“Al día de hoy hay gente que descubre este nuevo negocio, que pensaban que La Unión había cerrado para siempre. Después está la gente del día a día, que siguió todo el proceso”, menciona María del Carmen.
Desde ese momento, ambas coinciden en que la pandemia fue el momento más duro de esta nueva época: “Estuvimos tres meses cerradas y luego atendíamos por la puerta. El barrio cambió desde ese entonces, la gente que compra cambió”.
Hay hechos concretos como los cambios de horarios, ya que ahora se estila a cerrar más temprano.
En tanto, mencionan cuestiones más emocionales y que hacen al día a día: “A este negocio suele venir gente más grande, muchos de ellos fallecieron durante la pandemia, es gente que era de toda la vida y no volvimos a ver”.
Reponiéndose a sinsabores de este tipo, la familia al frente de la Unión sigue adelante, con su siglo de historia sobre el hombro.
En el presente, las Marías coinciden en que es parte importante de su vida cotidiana integrar la Asociación Comerciantes Profesionales e Industriales de la Av. Entre Ríos.
“Estar dentro de la institución ayuda mucho por cuestiones como poder informarse de forma apropiada. Los miembros de la asociación te van contando novedades con respecto a las leyes o incluso con el comercio electrónico. La clientela de acá es más mayor y no está habituada, pero son cambios importantes”, señalan.
También destaca que esta institución de comerciantes y profesionales está pendiente de temas de relevancia como la seguridad y mantener un canal de diálogo para mantenerse al tanto entre negocios y con autoridades policiales.
Con estas ayudas, el legado de La Unión se sigue escribiendo día a día, con nuevos clientes que cruzan la puerta, miran las prendas, charlan en el mostrador con las Marías.