Al Mauricio Macri se lo ve exultante, entusiasmado, con buen humor. Observar al ex presidente es como ver a alguien con el viento a su favor. Las devaluaciones de 2018 y 2019 y el inédito endeudamiento con el FMI parecen historia. La pandemia aceleró la amnesia de un electorado con memoria cada vez más acotada.
El programa presentado por el líder del Pro durante la presentación de su nuevo libro es bien concreto: privatización de las empresas estatales (empezando por Aerolíneas Argentinas) y dolarización de la moneda local. Un planteo sin fisuras, aplaudido, aclamado por el auditorio que colmó uno de los salones del predio de la Sociedad Rural Argentina.
Pero ese no fue el único ingrediente de la fervorosa tarde noche macrista. También se inauguró una retórica para nombrar a los contrincantes: “Entonces, ¿dónde mierda están las prioridades? A mí no me corren más, ningún progre nos puede correr. Ese discurso progre cínico no me lo banco más”, bramó Macri e hizo delirar a la platea. “Volveremos, volveremos otra vez a ser gobierno en 2023″, cantaron casi a los gritos.
La políticas que propone Mauricio Macri ya se aplicaron durante su gobierno y los resultados están a la vista: devaluación, alta inflación, apertura de importaciones, recesión, caída del poder adquisitivo, aumento del desempleo y crecimiento de la pobreza.
Ahora le agrega, de forma explícita, la privatización de las empresas estatales. Tal vez la audiencia se renueva, pero esas ideas también se practicaron en Argentina durante la década de 1990. Las consecuencias fueron aún peores que las reseñadas en el párrafo precedente.
Ahora, ante estos fracasos tan visibles, la pregunta que subyace es ¿por qué son favoritos para ganar las elecciones en 2023? La respuesta es materia de debate y responde a diversos factores, pero en la pandemia, los poderes no democráticos y la gestión de “los progres” se pueden encontrar algunas respuestas.
Soluciones no, cargos sí
El término empuñado por Macri (“progre”) es una innovación narrativa para referirse a lo que Javier Milei llama “zurdo”. El referente de Juntos por el Cambio está decido a disputarle el electorado al líder de la ultraderecha, pero elige un término menos vinculado al terrorismo de Estado.
Por supuesto, las afirmaciones de Macri sobre Aerolíneas Argentinas no resisten una repregunta (acá pueden ver sus falsedades), aunque, con una gran protección mediática, funcionan. De todas formas, el éxito del blindaje que le otorgan lo medios con mayor audiencia no es suficiente para explicar la buena performance de su discurso. Tal vez, algunas señales se pueden encontrar en la vereda de enfrente.
El Frente de Todos no cumplió la más sentida de sus promesas electorales: recuperar el poder adquisitivo. Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina, de enero 2015 a junio 2022, el salario registado cae 16,3%, mientras que el no registrado lo hace en 33,1%.
Además, si bien es cierto que Gobierno de Alberto Fernández logró “encender la economía” (tal como prometía), el reparto de ese crecimiento fue muy desigual. ¿Cómo se explica esto?
Por el lado de las y los asalariados, su participación en el ingreso registra una significativa caída entre el primer semestre 2016 y el primer semestre de 2022: -6,9 puntos porcentuales. La mayor parte del retroceso se produjo con Mauricio Macri (2016-2019): 4,8 puntos, es decir, el 70% del total.
Por el contrario, la participación del capital en el ingreso registra un sustancial incremento entre el primer semestre 2016 y el primer semestre de 2022: +5,3 puntos porcentuales. Y, a la inversa de lo anterior, fue en la post pandemia donde se produjo el mayor crecimiento de la rentabilidad empresarial: 3,5 p.p. (65% del total).
Respecto de la pandemia, cabe agregar que en ese lapso mejora provisoriamente la participación de los asalariados en el ingreso porque con la actividad cayendo, las políticas de protección fueron efectivas y permitieron que los trabajadores se vean menos afectados que el capital.
Las consecuencias del COVID 19 no funcionan como justificación para explicar este fenómeno, pero sí se configuran como un agravante de la crisis oficialista porque el balance de las acertadas medidas sanitarias es muy negativo en importantes sectores de la población.
Este problema fue planteado por la vice presidenta en 2020: “un gran desafío obviamente va a ser la economía. Sergio (Massa) decía que la economía va a crecer en 2021, pero ojo, yo no quiero que ese crecimiento se lo queden tres o cuatro vivos nada más. Para esto hay que alinear salarios y jubilaciones, precios y tarifas”.
Las estadísticas expuestas en párrafos anteriores demuestran que el crecimiento se lo que quedaron tres o cuatro vivos, mientras que en ningún momento hubo acuerdo sobre este punto en la coalición gobernante. Por el contrario las diferencias se agudizaron hasta llegar a una semana en donde ni si quiera se discuten propuestas o soluciones, sino cargos en las listas para las elecciones del año que viene.
El electrizante ballotage en Brasil puede torcer el rumbo del empate catastrófico de una región gobernada mayoritariamente por gobierno de signo progresista, pero que atraviesan profundas crisis de legitimidad y enormes desencantos. Claro, resulta fácil atacarlos cuando “los progres” no muestran soluciones concretas.