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Lázaro Hepner, una vida como comerciante en la avenida Entre Ríos

El negocio de Lázaro está en avenida Entre Ríos 721 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue la gomería de su padre, su hogar y luego se transformó en la zapatearía que funciona en la actualidad.

“Tengo los 90 años recién estrenados”, bromea Hepner, sentado en la sala central de Calzados Milgom, el negocio que administra desde mediados del siglo pasado, junto a su esposa Sofía.

“A esta altura vienen las bisabuelas con los bisnietos a comprar acá. Es una amistad con el cliente de años, entran a saludar. – Estamos alegres de verlos, nos dicen”. Celebra estar lúcido “tanto para los números del día a día, como para disfrutar el tiempo con los míos. Lo importante es acompañarse, estar juntos”, asevera.

Para Lázaro la paciencia es una virtud, la que diferencia un día bueno de uno malo: “Con el comercio estás todo el día. Tenés que abrir y cerrar en el horario en que decís; el que no lo hace, o se va antes, pierde ventas, se funde”.

Está en el rubro desde que tiene uso de razón, por historia familiar y por capacidad de trabajo. “Me dicen que vendo cosas buenas, eso es lo más lindo que me pueden decir”, rescata como logro. “Al cliente le damos buen trato. Somos amigos con la mayoría. Trato de tener buenos precios y muy buena mercadería, porque si no es buena la gente a la semana vuelve porque se les rompe, y perdés un cliente”.

La mayor parte de la vida de Lázaro transcurrió entre las paredes, que ahora lucen recién pintadas y llenas de estanterías metálicas con cajas de zapatillas, botas y pantuflas. Las estanterías son el resultado de una restauración hecha tras un incendio hace algunos veranos. “Seguimos adelante, tuvimos que cerrar cinco meses, pagando los sueldos, pero pudimos seguir”.

Con ese empuje, con su espíritu de superar adversidades, se escribe su historia y la de su familia: “Nací en julio de 1929. A los seis años vine a este inmueble, donde mi padre tenía una gomería de autos, y también era nuestra vivienda. Desde entonces que estoy acá. Mi padre falleció joven, a sus 48 años, cuando yo tenía 12 años, y mi madre se hizo cargo de mí y de mis hermanos; yo era el mayor”.

El nombre Milgom da cuenta de una larga tradición familiar que Lázaro hizo propia: “Seguimos entre 1942 y 1947 con la gomería de autos. En el 47 hicimos reformas, vendíamos artículos de goma, bolsas de agua caliente, bolsas de hielo, guantes de goma para mujeres, fajas de goma a medida, hasta que nos quedamos con la venta de zapatillas”.

“Estudié y egresé del Carlos Pellegrini. Como mi promedio estuvo entre los 10 mejores me salió un trabajo en el Estado. Fueron cuatro años en que trabajaba en la parte de pagos a proveedores mientras alternaba con el trabajo que hacía acá. También estudiaba económicas, terminé segundo año. Pero la época de exámenes coincidía con los meses donde había más clientela y entonces, decidí poner toda la atención en el negocio”.

Lázaro conoció a su esposa Sofía cuando ella tenía 17 y él 18. “Mi prima se casó con un familiar de ella. Estuvimos saliendo, luego nos comprometimos, y a los dos años, cuando teníamos 24 y 25 años, nos casamos. El primer hijo llegó al año; no perdimos el tiempo”, comenta con sonrisa pícara.

Mientras estudiaba económicas, ella cursaba para ser farmacéutica, llegó hasta tercer año, pero, al igual que Lázaro, optó por poner toda su atención en el local de la avenida Entre Ríos. Hoy ambos coinciden en que fue una buena decisión: “En todos estos años nos hemos acompañado como pareja y trabajamos para sacar este lugar adelante”.

Asentado en su comercio, Lázaro junto a otros comerciantes de la zona fundaron la “Asociación de amigos de la avenida Entre Ríos”, con un claro perfil fomentista: “Cambiamos las luces de la avenida Entre Ríos, había luz común y logramos que pusieran las primeras luces de mercurio. La asociación compró los elementos y la Municipalidad las instaló. Fue en la época de Perón”.

Dice que llegaron a tener una asociación de crédito cooperativo, que fue muy exitosa en la zona y permitió la prosperidad de muchos comerciantes. “Todo se terminó con Onganía (presidente de facto 1966 -1970) que cerró las cooperativas porque hacían competencia a los bancos”.

Lázaro destaca el trabajo que está haciendo la Asociación de Comerciantes de la avenida Entre Ríos, desde hace diez años, “están siempre activos para que a los comercios les vaya bien. A los comerciantes les sirve estar unidos para lograr un beneficio común”, comenta entusiasta este “joven” de 90 años.

Al pensar en sus experiencias pasadas y mirando el presente, Lázaro afirma que para ser comerciante “hay que tener vocación”, condición que define como factor clave para trascender al tiempo.