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La vara del trabajo

Algunas notas para leer la crisis del gobierno conservador británico, las chances de Bolsonaro y el callejón sin salida del gobierno argentino. Por Martín Bustamante

El panorama internacional de las últimas semanas mostraba un escenario adverso para los progresismo del mundo. El domingo 25 de septiembre la ultraderechista Giogia Meloni ganaba las elecciones en Italia y se consagraba como Primera Ministra.

Siete días después, Jair Bolsonaro caía derrotado en la primera vuelta de las elecciones brasileñas, pero conquistaba 50 millones de votos para demostrarle al mundo que está más vigente que nunca.

Una semana después, la crisis ultraliberal llega desde una de las entrañas del sistema. El giro derechista de la conservadora Elizabeth Truss comienza a naufragar en Reino Unido, a solo un mes de su designación. ¿Qué pasó?

El intento de quitar impuestos a los más ricos se pulverizó en el medio de una huelga que paraliza los ferrocarriles y la abanderada del programa económico regresivo sería derrotada por paliza si las elecciones se realizaran por estas horas.

Los ingresos como criterio de definición

Estos apuntes no pretenden hacer un análisis exhaustivo de los recientes resultados electorales y mucho menos del fenómeno de la ultraderecha, pero sí llamar la atención sobre algunos hechos que pueden ayudar a explicar las tendencias actuales.

No se agota en ello, pero resulta dificil pensar en la performance bolsonarista sin reparar en la deflación que vivió el gigante sudamericano el último mes y el impacto del programa social “Auxilio Brasil” (ex Bolsa Familia).

De la misma manera, sería imposible analizar el resultado y la vigencia incuestionable de Lula sin recurrir a la mejora que tuvieron los ingresos de las familias brasileñas durante los años de sus mandatos.

Tampoco se puede explicar el ascenso de Giorgia Meloni sin atender el fastidio generalizado de las italianas y los italianos por la caída del poder adquisitivo en el marco la inflación récord que se registra en la energía y los alimentos.

Al parecer, a los británicos tampoco les causa mucha simpatía la aplicación una política económica regresiva que asustó hasta a los mercados y provocó la caída de la libra esterlina.

El callejón del FMI

Aplicar el mismo criterio de validez resulta útil para entender el actual escenario de estas pampas.

A la inercia inflacionaria argentina, se sumaron los aumentos generalizados del mundo, provocados por la pandemia y la guerra. Para peor, la recuperación económica de 2021 fue profundamente desigual y el capital incrementó sus ingresos en detrimento del trabajo vía aumento de precios.

Así llegamos a un IPC que se proyecta en una variación del 100% interanual, con una escasez de divisas originada por la necesidad de importar energía y por los adelantos para pagar deuda externa privada.

El remedio del superministro Sergio Massa fue aplicar una estabilización al ritmo del acuerdo con el FMI. Así, se implementó un ajuste fiscal y se otorgaron beneficio (o, en palabras de Máximo Kirchner, se pusieron “de rodillas ante”) a los productores agropecuarios para que liquiden la cosecha.

El hombre de Tigre ponderó el sobre cumplimiento de sus objetivos al conseguir USD 8000 millones, cuando su idea original era alcanzar unos USD 5000 millones. Ahora, se presta a extender las bondades del dólar soja a otras actividades (dólar tecno, dólar Qatar, etc.).

Además, el yerno de la One, no para de recoger elogios en Washington, sobre todo en las oficinas del FMI, donde aplauden de pie la marcha del cumplimiento del acuerdo, mientras el Organismo Multilateral de Crédito modifica las predicciones para Argentina, con menos crecimiento y más inflación.

Ante el éxito rotundo de la estabilización, la pregunta que sobrevuela el sentido común argento es ¿por qué se mantiene la alta inflación? La repuesta que dieron diversos economista para esta entrega es política.

En la renegociación de la deuda con el FMI, votada por el parlamento, está la encerrona por la cual el oficialismo marcha a su derrota en 2023 y los salarios están cada vez más lejos de recuperarse.

En efecto, el texto del acuerdo establece una devaluación del peso que debe acompañar la inflación. En septiembre la divisa estadounidense costó un 6,2% más que el mes anterior, mientras que la variación interanual fue del 49%.

Tal como describe el informe de coyuntura del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), está por detrás del proceso inflacionario, pero cada vez se aproxima más a su ritmo de variación.

La consecuencia es la misma que tienen todas las devaluaciones: aumentan los costos en dólares y, por lo tanto, aumentan los precios. En este marco, sin una renegociación del acuerdo con el FMI es muy dificil pensar en un plan que detenga el aumento galopante de precios.

Sus impactos políticos están a la vista más allá de las orientaciones ideológicas. Al fin y al cabo, sostener y mejorar los ingresos de los trabajadores y sus familias constituye un elemento fundamental (no el único) para ser competitivo o ganar elecciones.