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Joyería Geist: el “espíritu” de generaciones en el rubro y amor al barrio (podcast 🎧 y nota ✍️)

El local se ubica en Entre Ríos 985 hace más de tres décadas.

La joyería y relojería Geist es uno de los tradicionales negocios de la avenida Entre Ríos. Ubicada al 985, casi esquina Estados Unidos, está administrada por Lucía, quien viene de una familia fuertemente vinculada al oficio. “Geist significa espíritu, lo que no me faltó en este tipo, la garra que le pongo”, asegura. Ella además hace décadas trabaja y colabora con acciones para consolidar la comunidad de comerciantes de esta arteria. “Quiero mucho al barrio”, agrega en diálogo con este medio.

Por fuera, el negocio destaca por su frente gris y la vidriera que es un variopinto de resplandores, un recorrido por la más extensa variedad de joyas y relojes. Lucía habla de un proceso histórico, un cambio de costumbres, que va desde el oro al acero, pero siempre prevalece el gusto por juntar ahorros y hace run lindo regalo o mandar a reparar aquella antigua joya familiar, el legado de algún ser querido.

El mostrador de vidrio continúa en diálogo con la vitrina que da a la calle: es para dejarse llevar, como cuando uno scrollea por redes sociales. Los tonos brillantes, los metales bañados por la luz, todo siempre pulcro y cuidado. 

En el muro de enfrente, al cual mira Lucía cuando atiende a la gente en compañía de su yerno, cuenta con varias perlitas enmarcadas: un blasón (escudo) del apellido Geist y varias fotos en blanco y negro de antiguos negocios de joyas, donde están las raíces de Lucía y de este local.

Una tradición que viene del siglo XIX

En primer lugar, Lucía habla de la ciudad bonaerense de Baradero a fines del siglo XIX: “En el último cuarto de siglo, mis bisabuelos ya habían abierto una joyería (una de las fotos en la pared). Luego, tras la primera guerra mundial (1918), se vino a vivir a Buenos Aires mi abuela, que se casó con un alemán que era importador de joyas. De hecho, tenían un local en Entre Ríos 227 (otra de las fotos)”.

También tiene muy en la memoria a un tío abuelo suyo que era orfebre: “Falleció cuando yo tenía siete años, pero tengo muy latente los recuerdos de haberlo visto trabajar, una maravilla”.

Luego, en el año 1927 nació la madre de Lucía. Al tiempo, el abuelo viajó a Estados Unidos a cobrar una herencia, pero nunca regresó. “No figuraba en ningún lado del mundo como vivo ni muerto, mi abuela, abrumada por la situación y no pudiendo sostener el negocio acá, se volvió a Baradero”.

Este repaso es el momento previo para que Lucía afirme: “Las historias se repiten”: “Mi mamá quería ser maestra y dejó la docencia para hacerse cargo de la joyería cuando murió su madre. En mi caso, yo dejé la arquitectura, recibida y habiendo trabajado en el rubro, también para lo mismo. La joyería la tenemos pegada en la piel”.

Una arquitecta entre joyas y joyeros 

Lucía creía que con ella se terminaba “la racha” ligada al oficio. Por eso de joven, a comienzos de la década del setenta, se vino de Baradero a CABA para estudiar arquitectura. 

“Mientras era estudiante trabajaba en estudios de arquitectura, me recibí, trabajé de arquitecta. Por problemas personales, en un momento renuncié a los trabajos de arquitectura. En el momento en que pude recuperarme y quise volver, no había trabajo de nada relacionado. Era la época en que si eras arquitecto manejabas un taxi”, evoca.

Entonces, a comienzos de los años ochenta junto a quien en ese entonces era su marido abrieron una joyería y relojería, se llamaba Girard. Primero estuvieron en una galería, pero como tenía problemas estructurales se mudaron al actual local, que se alquila hace unos 35 años.

En tanto, hace unos 15 años pasó a llamarse Geist. “A nombre mío y de mis abuelos joyeros. Fue cuando me separé”, indica Lucía. 

La tradición continúa

Pese a lo que pensaba, Lucía sabe que “la racha” hoy no termina en ella. Esto es porque en el día a día, más allá de estar jubilada, trabaja en compañía de su yerno, quien también aprendió el oficio. “Es un puntal enorme, sin él no seguiría”, afirma.

Frente al mostrador, se los ve complementarse. Lucía charla con los clientes nuevos y de larga data sobre temas tan variados que van desde la joyería a situaciones en el barrio o recomendaciones diversas. Su yerno por su parte atiende otros tantos asuntos técnicos que ella siente confianza en delegarle. 

“Somos como el junco: se dobla pero no quiebra”, afirma Lucía sobre ella y sus antepasados. Destaca a la joyería como el “sustento de vida de varias generaciones”. “Que los ayude a mi hija, mi yerno y nietos también”, afirma. 

Una precursora en la unidad de los comerciantes 

No solo la búsqueda de un destino y un buen lugar para estudiar. Cuando Lucía vino a Buenos Aires, décadas atrás, estaba segura de algo que hoy sigue repitiendo: “Baradero tiene tranquilidad, pero si bien Dios está en todos lados, atiende en Capital. A esta altura, yo me siento muy parte de Buenos Aires, me parece hermosísima”.

De hecho, ella vivía en otro barrio y con el tiempo se vino a la zona lindera al corredor comercial de la avenida Entre Ríos para estar más cerca de su trabajo. Destaca los edificios antiguos y con historia. 

No solo eso la enamora de Buenos Aires, sino sus vecinos, con quienes habla a diario desde hace décadas. También el vínculo y convivencia con otros comerciantes.

Es por esto que desde fines de los años noventa está movilizada para lograr mayor unidad entre colegas del corredor comercial e incentivar a los vecinos “para que hagan sus compras en el barrio”.

“En esa época y también en los primeros años del 2000 con una compañera organizábamos un festejo llamado “El 900 está de fiesta” por la altura de la avenida. Adornábamos la cuadra, había sorteos, música, magos, Papa Noel. La gente se enganchaba un montón”, recuerda.

Más adelante en el tiempo entró en contacto con integrantes de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) para profundizar en una mayor cantidad de acciones. Esto dio lugar a una primera asociación de comerciantes de este corredor comercial en el límite de Balvanera, San Cristóbal, Constitución y Monserrat.

Con el tiempo, se constituyó la actual Asociación Comerciantes Av. Entre Ríos, cuya actual presidenta es Andrea Carricaburu, quien también es referente de la Escuela de Idiomas JOIN US!.

Lucía destaca de Andrea que “es muy eficiente” en distintas tareas administrativas y que tiene el empuje suficiente para generar consensos en contextos donde hay comerciantes de rubros muy diversos buscando el bienestar común.

En el presente, Lucía continúa vinculada con la asociación, no tanto en primer plano sino desde la consulta permanente. 

Con varias décadas de experiencia y habiendo caminado el barrio en distintas épocas continúa con su filosofía de “se dobla, pero no se quiebra”. Se podría decir que la obra arquitectónica más importante ha sido forjarse un propio destino, cuidar a su familia y también ocuparse por sus vecinos y comerciantes colegas. Una obra que sigue en crecimiento.